En nuestra sociedad moderna, de creciente importancia de la tecnología y las comunicaciones que acortan distancias y globalizan la información, son muchos los distractores con que el hombre actual cuenta para la posibilidad de disfrutar y de integrarse socialmente. Pero ello se da a un costo de tensiones personales, ansiedades, inseguridades, egoísmos, hostilidades, impaciencias e intolerancias.
Los niños son parte de este proceso en la vida social cotidiana. Su forma de llevar a cabo sus responsabilidades, su relación con el adulto, con la familia y con otros niños, no lo eximen totalmente de los problemas y sentimientos de la sociedad en que vive, es decir, de las tensiones, los problemas familiares y económicos, entre otros, pero también en sus propias relaciones con los compañeros de escuela, sus amigos de barrio y de grupo.
La práctica de un Arte Marcial, como el Karate, ayuda a reducir los rasgos negativos de la sociedad y aumenta los positivos en la formación de la personalidad del niño.
Tiende a reducir las reacciones emotivas como la impaciencia, la rabia y el sentirse vulnerable a una agresión verbal o física, la inseguridad y el temor.
Pero ello será así, dependiendo de la práctica, la disciplina y la comprensión adecuada del Arte. En este sentido, la presencia del Sensei es muy importante, su dedicación en el manejo de las clases, su paciencia, comprensión, sentido del respeto, de ejemplo y disciplina en su conducta, son muy importantes para el desarrollo y la madurez emocional del niño.
Si un niño es muy agresivo, el Karate lo ayudará a canalizar esa energía.
Si es muy tímido, le va a ayudar a ser más desenvuelto y seguro de sí mismo, como resultado del esfuerzo gradual en su práctica.
Así, un Sensei respetuoso y comprensivo, producirá alumnos que valoran el respeto y la comprensión hacia los demás,
El esfuerzo físico, corporal, también ofrece importancia al niño, al ir descubriendo su cuerpo, ayudándolo a conocerse a sí mismo, a respirar adecuadamente y a corregir malos hábitos en posiciones de la columna, tener flexibilidad, tonicidad muscular y mejorar sus expresiones corporales, abriéndole un mundo de posibilidades a los niños, que al tener conciencia de sus capacidades, esfuerzos y constancia, experimenta logros importantes.
Sus actividades escolares tendrían un mejor rendimiento, con capacidad para el trabajo en grupo, con conductas afectuosas y con sentido de responsabilidad, cortesía, disciplina, sentido del respeto a sus compañeros y maestros, además de la confianza en sí mismo. Sus relaciones familiares, con los padres y hermanos, tenderá a ser más amistosas y estables.
Por último, la práctica del Karate entendido como Arte, debe aprenderse desde edades muy tempranas, en su enseñanza filosófica y espiritual, donde se aprende con humildad que el poder físico y las herramientas de combate, no las puede usar en otros niños, sino para el noble sentido de defender al más débil y mejorarse a sí mismo para poder triunfar en la vida y superar los obstáculos que puedan enfrentársele en su futuro.
El Karate es más que un deporte o ganar un torneo, es una forma de vida con dignidad.
Los niños son parte de este proceso en la vida social cotidiana. Su forma de llevar a cabo sus responsabilidades, su relación con el adulto, con la familia y con otros niños, no lo eximen totalmente de los problemas y sentimientos de la sociedad en que vive, es decir, de las tensiones, los problemas familiares y económicos, entre otros, pero también en sus propias relaciones con los compañeros de escuela, sus amigos de barrio y de grupo.
La práctica de un Arte Marcial, como el Karate, ayuda a reducir los rasgos negativos de la sociedad y aumenta los positivos en la formación de la personalidad del niño.
Tiende a reducir las reacciones emotivas como la impaciencia, la rabia y el sentirse vulnerable a una agresión verbal o física, la inseguridad y el temor.
Pero ello será así, dependiendo de la práctica, la disciplina y la comprensión adecuada del Arte. En este sentido, la presencia del Sensei es muy importante, su dedicación en el manejo de las clases, su paciencia, comprensión, sentido del respeto, de ejemplo y disciplina en su conducta, son muy importantes para el desarrollo y la madurez emocional del niño.
Si un niño es muy agresivo, el Karate lo ayudará a canalizar esa energía.
Si es muy tímido, le va a ayudar a ser más desenvuelto y seguro de sí mismo, como resultado del esfuerzo gradual en su práctica.
Así, un Sensei respetuoso y comprensivo, producirá alumnos que valoran el respeto y la comprensión hacia los demás,
El esfuerzo físico, corporal, también ofrece importancia al niño, al ir descubriendo su cuerpo, ayudándolo a conocerse a sí mismo, a respirar adecuadamente y a corregir malos hábitos en posiciones de la columna, tener flexibilidad, tonicidad muscular y mejorar sus expresiones corporales, abriéndole un mundo de posibilidades a los niños, que al tener conciencia de sus capacidades, esfuerzos y constancia, experimenta logros importantes.
Sus actividades escolares tendrían un mejor rendimiento, con capacidad para el trabajo en grupo, con conductas afectuosas y con sentido de responsabilidad, cortesía, disciplina, sentido del respeto a sus compañeros y maestros, además de la confianza en sí mismo. Sus relaciones familiares, con los padres y hermanos, tenderá a ser más amistosas y estables.
Por último, la práctica del Karate entendido como Arte, debe aprenderse desde edades muy tempranas, en su enseñanza filosófica y espiritual, donde se aprende con humildad que el poder físico y las herramientas de combate, no las puede usar en otros niños, sino para el noble sentido de defender al más débil y mejorarse a sí mismo para poder triunfar en la vida y superar los obstáculos que puedan enfrentársele en su futuro.
El Karate es más que un deporte o ganar un torneo, es una forma de vida con dignidad.